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En el corazón de Roma, a pocos metros del caos urbano hay un auténtico oasis de paz: el jardín del Palacio Venecia. Accediendo por las puertas monumentales, pasamos del fastidioso ruido de los coches al relajante sonido del agua y de los pájaros. Relajarse en este patio renacentista era un privilegio de unos pocos, ahora está abierto a todos y gratuitamente.
En la segunda mitad del ‘400 el palacio Venecia y su jardín fueron construidos como residencia Pontificia, el primer Papa que se alojó fue Paolo II (Pietro Barbo), A mediados del ‘500 el palacio se cede a la República de Venecia, se establece aquí la embajada, de ahí su nombre. A finales del ’700 se convierte en sede de la embajada de Austria. Al inicio del ‘900 pasa a titularidad del Estado Italiano, y en 1916 se inaugura el Museo Nacional del Palacio Venecia, en el que se exponen cerámicas, porcelanas, pinturas y esculturas. Benito Mussolini lo eligió como sede del gobierno (1929-43), el famoso balcón dónde daba sus discursos está en este palacio, su cuartel general estaba en la sala del Mappamondo, dónde siempre había una lámpara encendida para demostrar que el gobierno no descansaba nunca. Después de la guerra el palacio se convierte en un lugar dedicado al arte y arqueología convirtiéndose en un punto de referencia en la ciudad y el mundo. Desde entonces sus funciones no han cambiado.
El jardín no tuvo el mismo recorrido que el palacio, en los últimos 40 años se usaba como aparcamiento para los empleados. Desde 2016 se ha recalificado y restaurado y ahora está abierto para todo el público, todos podemos disfrutar de esta maravilla, y no sólo de día, durante el verano de noche se pueden ver espectáculos de teatro, música, danza, etc.; de forma que se revaloriza la función artística de este espacio, de ahí viene su nombre, “Il Giardino Ritrovato” En el centro del jardín hay una espléndida fuente de De Carlo Monaldi verdadera protagonista de este espacio desde un punto de vista auditivo y visivo, rodea la fuente un pequeño bosque, de magnolias, pinos, y con las palmeras más altas de Roma, arboles colonizados por papagayos y periquitos.
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